jueves, 21 de abril de 2016

Cuando era muy feliz y no lo sabía.



Desde los 12 años llevo luchando con mi depresión crónica, hay meses en los que me encuentro mejor y otros en los que estoy muy mal. De esa época a el día de hoy han pasado muchas cosas, entre ellas 6 meses de intercambio en Chile. Durante ese tiempo pasé muchos días llorando, 8 de 10 por tristeza, puedo decir sin embargo, ahora que se cumplen 6 meses de mi regreso a México, que esa época fue una gran etapa en mi vida, quizá de la mejor hasta el momento, estos otros 6 meses en México me han servido para mucho, sobretodo para aprender más de mí, o quizá simplemente darme cuenta de lo que aprendí pero en el extranjero.

No me refiero a que aprendí a cocinar y que lo hago muy bien o a que el limpiar me ayuda a desestrezarme, si no un aprendizaje más intrapersonal, subjetivo, etéreo, místico, transpersonal. Casi indefinible, pero entre lo que sí puedo decir es que aprendí a amarme, a amarme más de lo que alguna vez lo he hecho, a amar que soy mexicano, que soy producto del mestizaje, que aprendí a ser tan gay como yo quiera, porque tengo derecho a existir y al que no le parezca que se vaya a la mierda, aprendí a caminar con el pecho levantado en la calle, aprendí que no tengo que tener el mismo pensamiento de la otra persona ni la otra el mismo pensamiento que yo, pero que si algo no nos parece tenemos que cerrar nuestra puta boca y evitar incomodar al otro.

Aprendí que no extrañé en nada a mis padres, aprendí que puedo embriagarme tanto como quiera, pero que eso tiene consecuencias y debo responsabilizarme a mí mismo y a nadie más. Aprendí que no hay nada más valioso en este mundo que una buena amistad, porque a diferencia de la familia que están "condenados" a estar unidos, el amigo no tiene esa "obligación" y si permanece la amistad es porque ambas partes quieren y porque a dar más amistad esta no se agota, al contrario se fortalece.

Aprendí que puedo vivir sólo y que el hastío de cuatro paredes sin internet puede ser terrible, pero que no hay nada mejor en este mundo que sentirte en tu espacio, entre los tuyos, que todos somos prescindibles, pero sin sonar frívolo si no al contrario, como ya he dicho si decidimos compartir el mismo camino es por el puro placer de hacerlo. Desde mi regreso de Chile no he llorado más.